jueves, 4 de octubre de 2007

El silencio de los inocentes - Thomas Harris




Con un dedo apoyado sobre los labios fruncidos, el doctor Lecter reflexionó. Al cabo de un rato, cuando lo
juzgó adecuado, se levantó, avanzó con suavidad por su jaula y se detuvo a escasos pasos de la red, cosa que
hizo sin mirarla, como si hubiese calculado la distancia.

Clarice observó que era de baja estatura y aspecto pulcro; en las manos y brazos del doctor observó fuerza
nervuda, como la suya.
-Buenos días -dijo él como si hubiese salido a abrir la puerta. Su cultivada voz poseía una leve aspereza
metálica, debida seguramente al desuso.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Guaooo , me moria por este libro que buen aporte, estoy muy agradecida...esta buenisisma esta paguina....gracias y mas gracias