El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello
humano crecía un centímetro por mes hasta después de la
muerte, y veintidós metros le parecieron un buen promedio para
doscientos años. A mí, en cambio, no me pareció tan trivial,
porque mi abuela me contaba de niño la leyenda de una
marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una
cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el
mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe
por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la
suya fue mi noticia de aquel día, y el origen de este libro.
Gabriel García Márquez
Cartagena de Indias, 1994
humano crecía un centímetro por mes hasta después de la
muerte, y veintidós metros le parecieron un buen promedio para
doscientos años. A mí, en cambio, no me pareció tan trivial,
porque mi abuela me contaba de niño la leyenda de una
marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una
cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el
mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe
por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la
suya fue mi noticia de aquel día, y el origen de este libro.
Gabriel García Márquez
Cartagena de Indias, 1994
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